Cultura
11-09-2013La exposición, que lleva por títuol El sentido del vacío, recoje 70 oras que presentan "la fragilidad y la intimidad que acompañan una iconografía personal, a menudo trágica, a veces irónica, que invita a hacer un paréntesis de meditación", afirma el comisario de la muestra, Àlex Mitrani. El P. Josep de C. Laplana, director del Museu de Montserrat, apunta que, a pesar de su edad, Joan Furriols "sorprende por su modernidad; en sus manos, las cosas más humildes y caseras se transforman en auténticas obras de arte".
Furriols parte siempre de una reducción deliberada de sus medios materiales, que esconde una elaboración muy trabajda, refinada y sutil, atenta al detalle y cromáticamente exquisita. El rigor, la exigencia y la contención devienen un método y una ética. Como a la búsqueda de la dimensión interior, en sus piezas los agujeros, las distancias y los vacíos dialogan con los recipientes, con la densidad del negro y de la materi. Joan Furriols supera la división convencional entre pintura y escultura. Sus obras bidimensionales evocan, paradójicamente, gracias al límite, la amplitud y el infinito. Sus naturalezas muertas no responden a ninguna categoría tradicional. Reposan en la base como una maqueta sobre una mesa. Hay que mirarla como un paisaje o como un conjunto de fragmentos arqueológicos que hay que descifrar y reconstruir.
Hay juegos y contrastes de escala que a veces, son monumentales y sutiles y, otros, cómicos. El estatismo de los objectos abstractos contrasta con elementos figurativos, animales o medios de transportes que evocan el movimiento. Recuerdan también las naturalezas muertas de Zurbarán, realistas y silenciosas, estáticas y vibrantes. El espacio y el orden son fundamentales para Furriols, el lugar donde se manifiesta su reflexión sobra la vida y la finitud, la belleza y el tiempo.
El arte de Joan Furriols
Joan Furriols se adentró en la vanguardia con gran precocidad y en tiempos difíciles. Muy joven, a mitad de los años cincuenta, fue unos de los pioneros de la abastracción informalista. Su obra, hasta ahora casi secreta, está marcada por el rigor, la exigencia y la contención. El espacio y el orden son fundamentales para Furriols, el lugar donde se manifiesta su reflexión sobre la vida y la finitud, la belleza y el tiempo. Entró en contacto con figuras como Tapias y artistas de valía y empuje como Tharrats y Vilacasas, o con Joan Brossa, con quien mantuvo una amistad fecunda. Pero pronto las circunstancias le obligaron a retirarse a un segundo plano. Alimentado pero, por la soledad y la reflexión, en lugar de apagarse, resurgió de nuevo al cabo de unos años con una obra diferente y personal, interesado primeramente por la geometría y después por el objeto, con un mismo fundamento esencial: la reflexión sobre el espacio.
El trabajo de Joan Furriols se podría ligar a varias ramas de la especulación plástica de genealogía abstracta, particularmente a la geométrica y a la espacialista, con derivaciones que pueden conectar con algunos aspectos del minimalismo, en sus vertientes más simbólicas. En los años cincuenta, en Cataluña la abstracción geométrica era una opción más que minoritaria. De hecho, el único artista que la practicó con continuidad fue Enric Planasdurà, quien, después del informalismo, quedó en el aislamiento más absoluto. La influencia del suizo Max Bill, apreciado aquí en el contexto del surgimiento del op art, es algo que queda muy lejos a Furriols. Su obra es, más por espíritu que por necesidad, que también, pequeña, frágil e íntima. Se situa fuera del asistematismo y objetualidad industrializada de los minimalistas americanos, aunque por la exploración sistemática del lenguaje plástico con recursos diáfanos podría enlazar por momentos con Robert Ryman. En todo caso, podría ofrecer algún parentesco, con las pequeñas esculturas, medio objetuales medio formalistas, de Jordi Pablo o con el esencialismo poético de Antoni Llena.
La posición de Joan Furriols es, entonces, singular. Ha sido dificil y solitaria, pero premiada con la coherencia. Furriols propone una meditación sobre la vida, el ser y el tiempo heideggerianos, a partir de la definición del espacio. Las dimensiones existenciales y filosóficas de su trabajo pasan del lenguaje de la abstracción de posguerra a una formulación más personal que no descarta el símbolo, el movimiento o el elemento figurativo. Su obra ha cruzado, así, los arrecifes de la contingencia vital, siempre sostenida por la necesidad de preguntar sobre el mundo y sobre el lenguaje para decirlo. Y lo ha hecho de una manera tan individual, tan simple, que sin ser categórica deviene universal y puede ser, afortunadamente, compartida.
Hay juegos y contrastes de escala que a veces, son monumentales y sutiles y, otros, cómicos. El estatismo de los objectos abstractos contrasta con elementos figurativos, animales o medios de transportes que evocan el movimiento. Recuerdan también las naturalezas muertas de Zurbarán, realistas y silenciosas, estáticas y vibrantes. El espacio y el orden son fundamentales para Furriols, el lugar donde se manifiesta su reflexión sobra la vida y la finitud, la belleza y el tiempo.
El arte de Joan Furriols
Joan Furriols se adentró en la vanguardia con gran precocidad y en tiempos difíciles. Muy joven, a mitad de los años cincuenta, fue unos de los pioneros de la abastracción informalista. Su obra, hasta ahora casi secreta, está marcada por el rigor, la exigencia y la contención. El espacio y el orden son fundamentales para Furriols, el lugar donde se manifiesta su reflexión sobre la vida y la finitud, la belleza y el tiempo. Entró en contacto con figuras como Tapias y artistas de valía y empuje como Tharrats y Vilacasas, o con Joan Brossa, con quien mantuvo una amistad fecunda. Pero pronto las circunstancias le obligaron a retirarse a un segundo plano. Alimentado pero, por la soledad y la reflexión, en lugar de apagarse, resurgió de nuevo al cabo de unos años con una obra diferente y personal, interesado primeramente por la geometría y después por el objeto, con un mismo fundamento esencial: la reflexión sobre el espacio.
El trabajo de Joan Furriols se podría ligar a varias ramas de la especulación plástica de genealogía abstracta, particularmente a la geométrica y a la espacialista, con derivaciones que pueden conectar con algunos aspectos del minimalismo, en sus vertientes más simbólicas. En los años cincuenta, en Cataluña la abstracción geométrica era una opción más que minoritaria. De hecho, el único artista que la practicó con continuidad fue Enric Planasdurà, quien, después del informalismo, quedó en el aislamiento más absoluto. La influencia del suizo Max Bill, apreciado aquí en el contexto del surgimiento del op art, es algo que queda muy lejos a Furriols. Su obra es, más por espíritu que por necesidad, que también, pequeña, frágil e íntima. Se situa fuera del asistematismo y objetualidad industrializada de los minimalistas americanos, aunque por la exploración sistemática del lenguaje plástico con recursos diáfanos podría enlazar por momentos con Robert Ryman. En todo caso, podría ofrecer algún parentesco, con las pequeñas esculturas, medio objetuales medio formalistas, de Jordi Pablo o con el esencialismo poético de Antoni Llena.
La posición de Joan Furriols es, entonces, singular. Ha sido dificil y solitaria, pero premiada con la coherencia. Furriols propone una meditación sobre la vida, el ser y el tiempo heideggerianos, a partir de la definición del espacio. Las dimensiones existenciales y filosóficas de su trabajo pasan del lenguaje de la abstracción de posguerra a una formulación más personal que no descarta el símbolo, el movimiento o el elemento figurativo. Su obra ha cruzado, así, los arrecifes de la contingencia vital, siempre sostenida por la necesidad de preguntar sobre el mundo y sobre el lenguaje para decirlo. Y lo ha hecho de una manera tan individual, tan simple, que sin ser categórica deviene universal y puede ser, afortunadamente, compartida.