Cultura
11-09-2013El Espai d'Art Pere Pruna del Museo de Montserrat (MDM) acoje, hasta el 20 de octubre, una exposición de fotografía de Francesc Esteve (Sabadell, 1932), que lleva por título Miradas a la memoria. La muestra, que está formada por unas ochenta fotografías en blanco y negro, la mayoría realizadas entre los años cincuenta y sesenta, conecta con el cine neorrealista que se hacía en Italia. A través de sus fotografías, Francesc Esteve se gana un lugar en la crónica social fotográfica de nuestro país, ya que ha sabido captar una época y una ciudad: Sabadell.
"Siempre he hecho mi fotografía y no la que me imponían los clubs y tendencias de moda", apunta Esteve en uno de los textos que se pueden hallar en la exposición. "Son fotografías suaves, de nuestra casa -añade-, sin estridencias, sin haber de acudir a la novedad de lo exótico, espontáneas, sin recorrer a la foto preparada, sensacionalista o violenta". "Mis fotofgrafías pretenden fijar el movimiento del día a día. Nunca han sido dominadas por ningún tipo de cànon, ni por el exceso de la técnica, porqué ésto habría coartado mi apreciación de cada instante", dice este hijo de una familia industrial de Sabadell que se licenció en Derecho y que se inició en el mundo de la fotografía de la mano de su padre.
"Hay mucho de Fellini en sus retratos de niños y en sus vistas de los mercados, especialmente en la imagen tierna y nostálgica El niño del azúcar", afirma el anticuario e historiador del arte Artur Ramon Navarro. "En las imágenes que nos sirve Esteve nada es arbitrario ni anecdótico. Más allás del costumismo social, el fotógrafo busca la verdad de la vida que hay detrás de sus personajes y concentra en ellos multitud de matices que le aporta la fotografía en blanco y negro: unas imágenes que nos llegan con la calidad de la plata. Su obra es un espejo eficaz y sencillo del mundo que ha vivido. No hay retórica barroca, es pura prosa poética", resume Artur Ramon en un artículo publicado en el librito-catálogo de la exposición, en el cual justifica que el Museo de Montserrat le haga el reconocimiento que se merece Francesc Esteve.
Francesc Esteve y la fotografía
Francesc Esteve (Sabadell, 1932) ingresa, en 1957, en el Càmera Club de Sabadell. En la década de los 50, sus fotografías ganaron varios premios en los concursos más prestigiosos del momento, como el de la Agrupació Fotogràfica de Catalunya, impulsado por Luis Navarro, o el de Sant Adrià del Besòs. Era la época dorada del asociacionismo fotográfico. A partir de 1961 empieza la parte más productiva de su obra. Se aleja de los concursos, ya que no le gustan los parámetros y la visión fotográfica que propugnan, e inicia un camino de libertad creativa tanto técnica como temática que ya no abandonará nunca. Su obra se aleja del pictorialismo y del amaneramiento. Predominan los lugares con movimientos como mercados, ferias, desfiles, procesiones... Para él la fotografía debía de ser sobre todo, un reflejo de la sociedad actual, una serie de situaciones cotidianas traspuadas por los personajes con sus costumbres y relaciones y la atmosfera propia de aquel momento. Los años 50 y 60 que él retrata son los de la reconstrucción de la posguerra y de los cambios del paso de la autarquía a la obertura de fronteras, de la avalancha migratoria provocada por la nueva industrialización y su contacto con los inicios de un despertar cultural catalán.
Las circunstancias profesionales y personales le obligan a un largo paréntesis en la actividad artístics. Treinta años después, a partir de su jubilación, vuelve a fijar el objetivo en los paisajes y personas sabadellenses que le son propios, con el mismo afán de verdad e ironía, pero con la nueva complacencia de ver que el país revive.
En el año 2000 el Museo de Arte de Sabadell le dedica una exposición antológica y edita un catálogo con imágenes de 1943 a 1998. Ha expuesto con fotógrafos como Francesc Català Roca o Xavier Miserachs y su obra forma parte del fondo del Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC). Ha colaborado en varias exposiciones y publicaciones. Entre las más recientes, en 2006 publicó el libro Pasajeros, con textos de Joan Cuscó, que incluye unas 200 fotografías informales de sabadellenses.
"Siempre he hecho mi fotografía y no la que me imponían los clubs y tendencias de moda", apunta Esteve en uno de los textos que se pueden hallar en la exposición. "Son fotografías suaves, de nuestra casa -añade-, sin estridencias, sin haber de acudir a la novedad de lo exótico, espontáneas, sin recorrer a la foto preparada, sensacionalista o violenta". "Mis fotofgrafías pretenden fijar el movimiento del día a día. Nunca han sido dominadas por ningún tipo de cànon, ni por el exceso de la técnica, porqué ésto habría coartado mi apreciación de cada instante", dice este hijo de una familia industrial de Sabadell que se licenció en Derecho y que se inició en el mundo de la fotografía de la mano de su padre.
"Hay mucho de Fellini en sus retratos de niños y en sus vistas de los mercados, especialmente en la imagen tierna y nostálgica El niño del azúcar", afirma el anticuario e historiador del arte Artur Ramon Navarro. "En las imágenes que nos sirve Esteve nada es arbitrario ni anecdótico. Más allás del costumismo social, el fotógrafo busca la verdad de la vida que hay detrás de sus personajes y concentra en ellos multitud de matices que le aporta la fotografía en blanco y negro: unas imágenes que nos llegan con la calidad de la plata. Su obra es un espejo eficaz y sencillo del mundo que ha vivido. No hay retórica barroca, es pura prosa poética", resume Artur Ramon en un artículo publicado en el librito-catálogo de la exposición, en el cual justifica que el Museo de Montserrat le haga el reconocimiento que se merece Francesc Esteve.
Francesc Esteve y la fotografía
Francesc Esteve (Sabadell, 1932) ingresa, en 1957, en el Càmera Club de Sabadell. En la década de los 50, sus fotografías ganaron varios premios en los concursos más prestigiosos del momento, como el de la Agrupació Fotogràfica de Catalunya, impulsado por Luis Navarro, o el de Sant Adrià del Besòs. Era la época dorada del asociacionismo fotográfico. A partir de 1961 empieza la parte más productiva de su obra. Se aleja de los concursos, ya que no le gustan los parámetros y la visión fotográfica que propugnan, e inicia un camino de libertad creativa tanto técnica como temática que ya no abandonará nunca. Su obra se aleja del pictorialismo y del amaneramiento. Predominan los lugares con movimientos como mercados, ferias, desfiles, procesiones... Para él la fotografía debía de ser sobre todo, un reflejo de la sociedad actual, una serie de situaciones cotidianas traspuadas por los personajes con sus costumbres y relaciones y la atmosfera propia de aquel momento. Los años 50 y 60 que él retrata son los de la reconstrucción de la posguerra y de los cambios del paso de la autarquía a la obertura de fronteras, de la avalancha migratoria provocada por la nueva industrialización y su contacto con los inicios de un despertar cultural catalán.
Las circunstancias profesionales y personales le obligan a un largo paréntesis en la actividad artístics. Treinta años después, a partir de su jubilación, vuelve a fijar el objetivo en los paisajes y personas sabadellenses que le son propios, con el mismo afán de verdad e ironía, pero con la nueva complacencia de ver que el país revive.
En el año 2000 el Museo de Arte de Sabadell le dedica una exposición antológica y edita un catálogo con imágenes de 1943 a 1998. Ha expuesto con fotógrafos como Francesc Català Roca o Xavier Miserachs y su obra forma parte del fondo del Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC). Ha colaborado en varias exposiciones y publicaciones. Entre las más recientes, en 2006 publicó el libro Pasajeros, con textos de Joan Cuscó, que incluye unas 200 fotografías informales de sabadellenses.